jueves, 29 de abril de 2010

Global Crossing, la nueva sospechosa


También en la quiebra de Global Crossing, los ejecutivos salieron ricos mientras el personal y los inversores chicos perdían todo.
THE NEW YORK TIMES. Especial para Clarín


Aunque el gobierno busca pruebas de fraude en la contabilidad de Global Crossing, la quebrada compañía de comunicaciones, algunos analistas se agarran la cabeza al ver los caminos aparentemente legales que recorrieron los ejecutivos de la empresa para irse con fortunas.


A nadie le fue mejor que a Gary Winnick, el ex ejecutivo de la banca Drexel Burnham Lambert que fundó Global Crossing en 1997, la lanzó en Bolsa y vendió acciones por 734 millones de dólares antes de que la firma se derrumbara.

Los acreedores de Global Crossing tendrán suerte si obtienen algunos centavos por dólar colocado. Muchos empleados perdieron partes importantes de sus cuentas de retiro. Y todos los que se quedaron con acciones de la empresa ahora tienen un papel que cerró a 7 centavos el viernes 8. Entre los accionistas está el fundador Winnick, que conserva el 75% de su paquete original, una parte que hoy no vale más de 5 millones de dólares.

Pero este ejecutivo, como otros, hizo millones con la compañía y con sus acciones antes de que la recesión en el sector de telecomunicaciones arrastrase a Global Crossing y a muchas otras start ups. Winnick no concedió la entrevista pedida.

La saga de Global Crossing se parece al derrumbe de Enron porque los ejecutivos salieron muy bien parados mientras que muchos empleados y pequeños inversionistas se vieron muy perjudicados.

Pese a las investigaciones de la Comisión de Valores de la Bolsa y del FBI, hasta el momento los directivos de Global Crossing no fueron acusados de mal desempeño. Aun así, el desenlace plantea serios interrogantes sobre gestión empresarial, según una analista.

"No cometieron delito, pero su proceder favorece alevosamente a los ejecutivos", afirmó Nell Minow, editora de Corporate Library, un sitio web que se dedica a vigilar empresas. Minow fue la primera en desconfiar de las prácticas empresarias de Global Crossing dos años atrás. "No tengo nada que objetar cuando los accionistas también hacen dinero, pero en este caso la inversión pagó mal."

¿Cómo hicieron Winnick y algunos allegados para salir tan bien parados de una empresa que nunca dio ganancias? Durante el auge de Internet, Global Crossing, dueña de una red internacional de fibra óptica para la transmisión de llamadas telefónicas y de datos por Internet, era una de las preferidas de Wall Street. La primera gran ganancia de dinero de Winnick se produjo en junio de 1999, después de que U S West, una compañía regional de Bell, aceptó ser vendida a Global Crossing.

Tras recibir otra oferta de la rival Qwest Communications, U S West no cumplió con el acuerdo con Global Crossing. Como sanción, se le exigió comprar un 10% de las acciones de Global Crossing a un pequeño sobreprecio respecto del precio del mercado. Winnick, entonces propietario de 100 millones de acciones, opciones y garantías, vendió el 5,6 % de su parte al precio ofrecido a U S West de 62,75 dólares la acción, con lo que embolsó 350 millones de dólares.

La ambición de Global Crossing —crear una red de fibra óptica de más de 150.000 kilómetros para conectar 27 países— era un objetivo costoso. A mediados de 2000, cuando comenzaba a desinflarse la burbuja de Internet, los papeles de Global Crossing se vendían a algo más de 30 dólares. En abril de 2000, cuando la firma quiso hacerse de dinero extra a través de una oferta secundaria de acciones, Winnick vendió 8,1 millones de acciones en 261 millones de dólares.

Pero el empresario no sólo ganó dinero vendiendo acciones. También recibió stock options, un sueldo y una bonificación como presidente de la compañía, durante una gestión agitada en la que contrató y despidió a cinco directores ejecutivos en cinco años. En 2000, Winnick tuvo un sueldo de 785.833 dólares, un bono de 1,03 millón y otros pagos por US$57.000.

"Su sueldo no era exageradamente alto según los parámetros empresariales de Estados Unidos", explicó Graef Crystal, el conocido experto en remuneraciones.

Pero Minow, de Corporate Library, sostiene que la descomunal cantidad de acciones que poseía Winnick debería haber resultado incentivo suficiente, sin necesidad de compensaciones adicionales. Minow también criticó la práctica de Global Crossing de alquilar oficinas y aviones de empresas manejadas o controladas por Winnick. Según Minow, esas prácticas "perpetúan un clima amiguista y elitista que hace que los miembros del directorio olviden fácilmente que están ahí para representar a los accionistas."



Colegas y ex socios

Y no fue necesario formar parte del club por mucho tiempo para cosechar los frutos. Robert Annunziata fue nombrado CEO en 1999 y duró en el cargo sólo un año, pero su contrato laboral indica que fue una tarea lucrativa. Annunziata cobró una "prima" de 10 millones de dólares y 2 millones de opciones, con un precio 10 dólares inferior al de la cotización de ese momento. Según Minow, cuando Annunziata arregló las condiciones del acuerdo dijo "que pensaba que la acción iba a bajar y que no quería verse tan perjudicado como todos los demás".

Otros que resultaron beneficiados fueron ex socios de Winnick de los años 80, cuando él era ejecutivo de Drexel Burnham y tenía a Michael R. Milken como jefe. Tres ex banqueros de Drexel, Jay Bloom, Andrew Heyer y Dean Kehler, intervinieron para conseguirle a Global Crossing 35 millones de dólares de financiamiento antes de que la compañía saliera a Bolsa, después de pasar todos ellos al Canadian Imperial Bank of Commerce (CIBC).

El CIBC, con sede en Toronto, ganó unos 2.000 millones de dólares por la inversión, lo que la convirtió en una de las apuestas más redituables que hiciera una institución financiera en los años 90.

Mientras la SEC y el FBI investigan si Global Crossing infló artificialmente sus ingresos —y por ende, el precio de su acción— en épocas del boom, las fortunas de sus principales ejecutivos y financistas contrastan escandalosamente con la situación de muchos empleados, que vieron evaporarse sus ahorros. En enero, cuando la compañía pidió su quiebra, los empleados despedidos fueron informados de que no recibirían pagos adicionales por el cierre de la empresa y que tendrían que esperar su turno detrás de otros acreedores.


http://www.clarin.com/suplementos/economico/2002/02/17/n-00901.htm

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